Por regla general, a la semana 40 de gestación el bebé ya ha nacido. Normalmente, si la mujer no ha dado a luz en la semana 42 de embarazo, se provoca el parto. Pero, a partir de la semana 40, te vigilarán muy de cerca y te harán las siguientes pruebas:
Ecografía
Con una ecografía se volverá a comprobar que el bebé no se ha estancado en su crecimiento, que la cantidad de líquido amniótico es la adecuada y, también, el estaddo de la placenta.
Ecografía doppler
Te realizarán una ecografía doppler para verificar que el flujo sanguíneo entre el bebé y la placenta es el correcto. Para ello se mide el paso de la sangre por el cordón umbilical, en las arterias cerebrales, renales y en el ductus. Cuando está disminuido se produce una redistribución vascular, el organismo del bebé empieza a prescindir de las funciones menos importantes, y la primera es la renal.
Monitorización fetal
Deberás someterte de nuevo a una monitorización fetal, para medir tus contracciones y los latidos del corazón de tu bebé.
Amnioscopia
Generalmente, se realiza una amnioscopia para comprobar que el líquido amniótico está transparente y no teñido, que significa que, en algún momento el bebé ha tenido una pérdida de bienestar fetal.