Hasta hace poco, las investigaciones sobre la genética del comportamiento y la personalidad del ser humano estuvo dominada por los psiquiatras y psicólogos, que basan sus conclusiones más convincentes sobre la importancia de los genes en estudios de gemelos idénticos. Por ejemplo, se ha llegado a demostrar que si un gemelo idéntico es gay, no se trata de una probabilidad del 50% de que el otro vaya a serlo también. Esto hace pensar que el ADN parece influir en todo, desde el estado de ánimo hasta la orientación sexual.
El estudio de los genes que influyen en la personalidad sigue siendo un auténtico desafío. Aunque el ADN está compuesto de sólo cuatro sustancias químicas (ademina, guanima, citosina y timina) pueden salir hasta un millón de combinaciones. La mayoría de estos genes varía de persona a persona por una sola y pequeñísima diferencia química entre mil, y son precisamente esas diferencias las que se están tratando de identificar.
Visto todo esto, está claro que los genes no son interruptores que determinan si una persona es tímida, extrovertida, feliz o triste. Los genes son simplemente elementos químicos que dirigen la combinación de más productos químicos. Se podría decir que las personas antes de nacer adquieren genéticamente sus “rasgos temperamentales” y después del nacimiento se puede adquirir la capacidad de controlar esas características de la personalidad llamado “carácter”.
Por lo tanto, está demostrado que la genética influye de algún modo y puede que en un futuro, gracias a los avances científicos, se puedan identificar los genes que directa o indirectamente actúan sobre la personalidad y el comportamiento de las personas.