Además del crecimiento físico del feto en el útero materno, científicos y psicólogos se han preocupado desde hace años de estudiar la vida psíquica y espiritual antes del nacimiento.
Actualmente, se ha demostrado que no es el desarrollo físico del feto el único que se ve influido por el ambiente uterino que le rodea, sino que también su vida sensorial se ve afectada. Se cree en la influencia de recuerdos prenatales en todos nosotros. Muchas investigaciones han demostrado que una madre que afronta problemas vitales difíciles tiene más complicaciones en el parto y sus hijos pueden presentar un comportamiento poco convencional.
Tú y tu bebé formáis una unidad corporal y psíquica, y esa unidad lo es para lo bueno y para lo malo, aunque se ignora cómo se establece esta relación sensorial. Las hormonas del estrés, que segregas en los momentos de excitación, tensión y sobrecarga psíquica, también intranquilizan al bebé. Sin embargo, se desconoce con exactitud de qué forma le llegan al bebé los mensajes positivos que irradia tu actitud.
Una relación armónica y equilibrada entre los futuros padres es el primer paso para un correcto desarrollo espiritual del bebé. El deseo común de tener un hijo es requisito indispensable para una paternidad y una maternidad responsable. En segundo lugar, es básico que la madre acepte con naturalidad los cambios hormonales que va a experimentar durante los nueve meses de embarazo y los pequeños o grandes sacrificios que su estado le va a exigir durante los nueve meses.
Es primordial para garantizar el buen desarrollo los sentidos del bebé, mejorar su salud tanto física como mental y afianzar vuestro vínculo afectivo, que interactúes con él mediante ejercicios de estimulación prenatal.
Mantener una comunicación afectuosa y constante entre los padres y el bebé en el vientre materno, le reportará inumerables beneficios en su vida psíquica y espiritual.