Se estima que entre las 12 y 15 semanas, el feto comienza a diferenciar los sabores que flotan en el líquido amniótico. Tales estímulos gustativos hacen que los recién nacidos muestren desde el primer momento una preferencia exquisita y definida del gusto, aunque no tan elaborada como la de un adulto.
Hasta la edad de seis semanas, el joven embrión posee una sola cavidad buconasal, pero, a partir de ese momento, el paladar comienza a formarse separando las cavidades nasal y oral. Dentro de lo que será su futura boca empieza a diferenciarse la lengua. De una manera simultánea, comienzan a formarse las glándulas salivales, y es en la séptima semana de gestación cuando aparecen las papilas gustativas, verdaderas protagonistas del sentido del gusto. Cuando nazca, el bebé tendrá 10.000 papilas gustativas ubicadas en la parte superior, los lados y la punta de la lengua, y también en el paladar y en la garganta.
Pequeño gran gourmet. Desde el tercer mes de gestación, el feto tiene un exquisito sentido del gusto que utiliza para controlar el ambiente amniótico que le rodea. Es muy sensible a los cambios de pH de este líquido, y si se inyecta una solución azucarada en él, el feto acelera y multiplica los movimientos de deglución.