La Amnioscopia es una prueba que permite comprobar el color del líquido amniótico: si es claro, todo va bien, pero si está teñido de oscuro, el ginecólogo deberá adelantar el parto para evitar el temido sufrimiento fetal.
Puede realizarse a partir de la semana 36 de embarazo, pero en la mayoría de los casos se practica en la semana 40, bien porque el parto se retrasa o bien porque la embarazada ya ha ingresado en la maternidad para dar a luz y no ha roto aguas.
Se introduce un amnioscopio (un tubo de plástico de unos 15 centímetros) a través de la vagina y del cuello del útero. Lo ideal es que el líquido sea claro y transparente como el agua. Si está teñido de color amarillo-verdoso puede indicar que el bebé ha expulsado meconio (sus primeras heces) y entonces se realizan otras pruebas para valorar el estado del feto.