La primera cita será más exhaustiva. Te harán una exploración completa: talla, peso, presión arterial, temperatura, inspección del cuello y de la glándula tiroides, exploración de las mamas, el cérvix y la vagina, auscultación cardiopulmonar… y, si no te la han practicado recientemente, una citología para descartar infecciones.
Posteriormente, cada vez que vayas a la consulta, te controlarán el peso y la tensión arterial y, a medida que el embarazo avance, te harán un examen del cuello del útero y otro abdominal para comprobar el desarrollo del feto y su posición.
El peso es un valor muy importante porque ofrece información sobre el crecimiento del bebé y de tu propio estado de salud. Ganar muchos o pocos kilos son señales de alerta para los ginecólogos. Aunque no hay consenso sobre cuál es el aumento de peso ideal en el embarazo, en general se acepta una ganancia de 500gr-1kg en el primer trimestre, 4 kilos en el segundo y hasta 6 en el tercero.
La toma de la tensión arterial también también debe realizarse de forma rutinaria. Y es que una elevación por encima de 140/90 puede suponer un riesgo de preeclampsia, un trastorno de graves consecuencias para la madre y el bebé.
Y antes de dar a luz, entre las semanas 35 y 36 de embarazo, te practicarán un exudado recto-vaginal para descartar cualquier tipo de gérmenes o infección en esa zona que pueda contaminar a tu hijo mientras baja por el canal del parto.